La OMS solicita la imposición de impuestos a los productos menos saludables

Según un estudio publicado hace dos años que examinó la evolución del sobrepeso entre 1980 y 2008 en las personas mayores de 20 años, en 2008, más de uno de cada diez adultos en el mundo era obeso. De los países ricos, el más afectado por la obesidad era Estados Unidos, seguido por Nueva Zelanda. Los países de habla hispana más afectados por la gordura eran México, España, Argentina, Cuba y Brasil.

En consonancia a este estudio, sumado a las enfermedades NCD (enfermedades no contagiosas), ocasionadas por unos hábitos de vida no saludables: cáncer, diabetes, enfermedades respiratorias y cardiovasculares la OMS (Organización Mundial de la Salud) se ha visto obligada a proponer a las autoridades nacionales políticas que promuevan el consumo de hábitos de vida saludable.

La lucha contra la obesidad es una prioridad. Es uno de los principales factores de la lucha contra las enfermedades no contagiosas, declaró Francesco Branca, quien dirige el departamento de la OMS que tiene a su cargo la nutrición para la salud y el desarrollo.

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Así, desde la organización plantean una política de precios basada en poner impuestos al azúcar y las grasas saturadas en fomento de una forma de vida más saludable. Además aboga por sustituir las grasas saturadas por insaturadas, también conocidas como «grasas buenas», o a reducir las porciones.

A su vez, insta a las autoridades nacionales a controlar la publicidad de comidas y bebidas perjudiciales para la salud dirigida a los niños, con el fin de reducir la obesidad de los menores.

Con esto, se pretende influir en la decisión de compra del consumidor modificando modos de vida considerados perjudiciales. Así, está demostrado que un cambio en el precio del 1% hace al consumidor reducir la compra de dicho producto; es lo que la OMS considera precio de elasticidad de la demanda.

Todo esto se incentivaría con la bajada del precio en los productos más saludables como es el caso de las frutas y hortalizas, convirtiéndose en los «sustitutos» de esos productos más caros, lo que aumentará la inclusión de los productos más sanos en la nutrición aumentando su impacto en las desigualdades saludables, la demanda del consumo sano y con ello los hábitos de consumo variarán.

No obstante, se demuestra más eficacia si estas tasas se aplican en productos no básicos y para consumidores con menores ingresos ya que notan esa subida. Esta subida de tasas podría hacer también que los consumidores sean más conscientes de los productos menos sanos y con ello decidan consumirlos menos.

La OMS habla de varios tipos de tasas que se pueden combinar:

1) Tasa específica: impuesto fijado para una cantidad de producto o ingredientes específicos (1€/unidad)

2)  Tasa ad-valorem: impuesto determinado como porcentaje del valor gordo o coste del producto (30% del producto)

3)   Tasa valor añadido: impuesto en cada fase de la producción que añade valor al producto o al proceso, con reembolso a los proveedores de la cadena

OMS2Los grandes empresas multinacionales aseguran que esa política podría tener consecuencias negativas que no se buscaban

Pero esto no sólo beneficiaría al consumidor, estas políticas serían una mayor fuente de ingresos para el Gobierno que puede gastarse ese dinero en promover políticas saludables y programas y servicios de asistencia de comida obteniendo resultados saludablemente positivos.

No obstante, las grandes empresas multinacionales de alimentos y bebidas apoyaron varias medidas del plan de la OMS como la Alianza Internacional de Alimentos y Bebidas (IFBA), de la que forman parte grandes empresas del sector están de acuerdo con esa política pero rebatían algunos puntos.

Entre estos estimaron que poner nuevos impuestos podría tener consecuencias opuestas a las que se procura obtener y advierte que podrían incitar a la gente más pobre a comprar productos más calóricos y menos nutritivos. En definitiva, induciría consecuencias opuestas a las que se procura obtener.

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